Las religiones japonesas están formadas por diferentes corrientes que se han ido sumando sus tradiciones a lo largo de la historia. La más antigua de ellas, ha sido el shintoísmo, pero también, han influido las tradiciones budista, taoista y de el confucionismo. Pese a esta influencia mutua, estos credos permanecieron como religiones independientes sin fusionarse.
Los religiosos intinerantes o religiosos de las montañas fueron sincretizándose con los distintos credos que arribaban a las islas, en efecto, ninguna de las corrientes representes en Japón pueden ser consideradas autóctonas.
Es interesante observar que el japón las prácticas religiosas no funcionan de manera excluyente. Una persona, por ejemplo, puede utilizar el rito de una religión para el casamiento, asistir a las ceremonia de otra y finalmente adoptar otro culto en el momento de ritual fúnebre. Esta tolerancia que prevalece, genera afinidades y analogías entre los distintos credos, pero también contradicciones doctrinarias. En cualquier caso, el común denominador es la búsqueda de la unión íntima entre lo humano y lo divino, la armonía del universo y el microuniverso interno.
Cada familia tiene un núcleo religioso privado en el cual cuenta con sus propias divinidades protectoras, sus antepasados y su kami ancestral el cual se celebra en diferentes épocas del año. Así, el jefe de la familia se transforma en una autoridad religiosa que oficia los ritos en un espacio sagrado que cada hogar posee.
Los rituales de las aldeas suelen ser más populares sin embargo, y reúnen a todos sus habitantes. Así, el cultivo de arroz, las siembras o la llegada de la primavera, se transforman en ritos religiosos.